viernes, 20 de febrero de 2009

Aquellos maravillosos años...

Un día te levantas por la mañana. Hay un rayo de sol que entra por un hueco de la persiana ennegrecida por el paso de los años, y es entonces cuando piensas: "A ver cuando cojones arreglo la puta persiana...". Te levantas (por regla general palote) y te vas a echar esa agradecida meada de la mañana que tan bien te sienta. Te miras en el espejo, y te ves borroso debido al efecto antihigiénico que producen en tus ojos las legañas y los 6 whiskys que te tomaste la noche anterior. Después de un buen remojón facial, vuelves a mirarte, y es entonces cuando te das cuenta de que te estás volviendo viejuno. Tu mentón tiene un perpetuo color gris; da igual cuantas veces te afeites, que él sigue ahí. Tienes un michelín abdominal muy distinto al que poseías durante tu maravillosa obesidad infantil: aquel era gracioso, simpático, le gustaba a todo el mundo porque un niño regordete era síntoma de buena salud y buena economía familiar; sin embargo ahora, esa panza que te recuerda todos los días que las cortezas de cerdo no son (ni serán nunca) un derivado de la fibra, lo único que hace es incomodarte y hacer que todas las miradas de extraños y conocidos se dirijan hacia ella, acompañándose por regla general de un incisivo comentario del tipo: "A ver si adelgazas", "mira que gordo que estás" y por supuesto no puede faltar el clásico "¡pero tú te has visto! ". Es ante este tipo de situaciones en donde podríamos optar por buscar la automejora y plantearnos un cambio en nuestras vidas; sin embargo no forma parte del ser humano este tipo de reacciones, y lo que intentamos buscar siempre es una manera elegante de cerrar esas bocazas que tanto nos incordian. Y es aquí, en este punto, donde empieza el auténtico tema que queríamos tratar en esta entrada: cómo responder a un insulto y no morir en el intento.

Mucha gente piensa que en un duelo de insultos gana aquel que dice el taco más gordo: FALSO. Si fuese así, a la primera de cambio el más rápido de los contrincantes soltaría un agudo "gilipipas" o "hijo de puta" (hay que decirlo más...) y sería un jaque mate en toda regla. No señores y señoras, en una batalla de insultos no gana el taco más fuerte, sino la respuesta más ingeniosa. Hoy por hoy, la manera que tenemos de insultarnos es demasiado desagradable, soez e incluso nos atreveríamos a decir que violenta. Muchos al leer esto pensaréis: "¡Es que de eso se trata!"; FALSO otra vez. Cuando una persona opta por la violencia, directamente le propina una patada giratoria en la cabeza a lo Chuck Norris al contrincante; sin embargo, cuando nos insultamos con alguien, lo que estamos buscando realmente es medir nuestro ingenio e intelecto con otros seres y seras (esto se lo dedico a todas esas defensoras aférrimas que dicen que en la lengua española debería haber opción de género en todas las palabras). Por elllo, desde este humilde blog, animamos a recuperar un género de insulto que se está perdiendo cada vez más y que sin duda era signo de identidad de todos nosotros cuando eramos unos pequeños párvulos: los insultos con rima. Sí, estos insultos que de tantos apuros nos sacaron en la infancia, ¿por qué no lo iban a hacer ahora?. Desde aquí propongo que intentemos paulatinamente ir introduciendo otra vez en el vocabulario adulto este género tan representativo nuestro, y para ello os facilitamos una lista con unos cuantos de ellos para que vayáis eligiendo el que más os guste:

1) Rebota, rebota que tu culo explota y el mío no porque es de goma (a ver quién es el guapo que derriba este corte)
2) ¡Vete al mar, calamar! (¡qué profesional!)
3) Chincha rabiña que tengo una piña con muchos piñones y tú no los comes (este sólo es factible si disponemos de mucho tiempo; si lo acompañamos con piña y todo, es demoledor...)
4) Bartolo, cuatro ojos, capitán de los piojos (sólo dirigido al típico repelente/a que usa gafas)
5) Cobarde, gallina, capitán de las sardinas (un clásico donde los haya)
6) Cochino, Marrano, cerdo Americano (quién nos iba a decir a nosotros de pequeños que ibamos a saber tanto de política internacional...)
7) Date el piro vampiro (¡chapó!)

Además de insultos, no estaría mal recuperar ciertos saludos o respuestas de este tipo, que sin duda darían mucho más colorido a nuestras conversaciones. De este tipo son los ejemplos que mostramos a continuación:

1) Que painsa en tu cainsa (esta la adoptamos algunos gracias a esa gran serie llamanada "El principe de Bell Air")
2) Very well Manuel (para los políglotas)

Y esto es todo de momento. La conclusión que debemos sacar de todo esto es, que aunque algo parezca inapropiado o desfasado a simple vista, si hacemos una buena adaptación de ello, podremos llegar a usarlo en el día a día obteniendo unos resultados inmejorables

2 comentarios:

  1. un saludo mariquitas, me ha parecido guay del paraguay esta entrada

    ResponderEliminar
  2. En dos palabras: im-presionante (es el chiste que siempre hace mi madre)

    ResponderEliminar